miércoles, junio 06, 2007

EMILIO PICÓN

La flor inaccesible del cielo,
la amargura palpitante de la tarde,
la tibia cadencia de la esperanza enferma,
el bruto crujir de los pasos de la locura.

La sedosa y efímera caricia del amor,
las nubes secas en la mirada de la gente,
la tristeza irrespirable de la alegría en oferta,
la cortesía angustiosa de los gestos que saludan.

El asfalto ámnesico y sus huellas quebradizas,
las flores en calma y sus puños apretados,
la penumbra por entre las cortinas, el miedo,
el valor, el absurdo en cada disputa.

El frío en las baldosas, los recuerdos alicatados,
el sol sobre el mar, las crestas de espuma,
la solución, otra mentira, un abrazo,
el vino, el temblor plumbeo del silenio.

La sed perpetua de aliento y los tesoros,
todo lo que se fué, un suspiro, un latido,
el camino que desandan las lágrimas
y todas las resacas que no se arrepintieron.